miércoles, 16 de diciembre de 2009

La historia de mi más breve amor

Adiós vinagreta,
adiós carbohidrato,
la luna se estorba
al ver tu maltrato
…Adiós esqueleto,
huesitos sin alma
la radiografía
de un cuerpo que no ama…
Si te vas, adiós
vete a cantarle a la luna
tú eres sólo buche y pluma
goodbye, adiós
Oprovio (fragamento), Rafael Hernández

Siempre se ha dicho que las personas tienen resistencia a contar experiencias realmente íntimas. Romperé con eso aquí mismo ¿Por qué no?

Esta semana tuve el placer de encontrarme con Adonis (Tammus, Atuns, Baldur o Atunis) según la mitología de preferencia. Fue como ver detenido el tiempo, sus ojos verdes almendrados, su piel bronceada a la perfección, sus cabellos cuidadosamente arreglados (cada hebra) semejaban el atardecer de noviembre con sus dorados y rojizos momentos; sus labios casi perfectos recordaban el momento de la expulsión del paraíso por culpa de tan extraña fruta (injusta culpa con la que carga la pomácea que conocemos como manzana); su indumentaria hacía pensar en el alfarero que cuida cada detalle de una pieza dedicada al más exigente de los gustos.

Esa deidad, que recordaba historias de vida, muerte y renacimiento, en solo un instante hizo que olvidara los malos humores de una diosa tan poderosa como Afrodita (que seguramente ya había posado sus deseos en él).

En un instante, en medio de todo mi ensueño, noté que su cabeza (tan exquisitamente peinada) no se erguía en ningún momento. En sus manos un acompañamiento copaba toda su atención, un aparato que me transportó a los primeros años de los complicados cálculos aritméticos (que aún hoy no entiendo del todo); lo extraño era que Adonis parecía disfrutarlo, sus perlados dientes afloraban con cada mirada a la moderna calculadora que le cortejaba.

Nada de “buenos días” o modales refinados, todo quedó reducido al “lo siento” pronunciado cuando (de manera intencional) rocé su brazo, fue el momento en el que compartimos la ambrosía que para mi fue ese contacto; aun así se negó a reconocer mi presencia y solo obtuve su indiferencia. Lo perdoné de inmediato pensando ¿quién soy para juzgar a ese dios que me dejaba observarlo?

No sé cuánto más pasé absorta en su pelo de otoño, en sus manos de caricias pendientes (“las mías”, pensé), en las sonrisas que regalaba a su calculadora (supongo que computaba las horas en las que seríamos felices… muchas).

No aguaté un instante más… decidí acercarme porque me daba la impresión de que no sabía lidiar del todo con el aparato (por más que tecleaba nunca terminaba de resolver el problema). Eso no podía ser otra cosa que falta de conocimiento.

-No tiene lápiz para anotar, ni una hoja… ¿como hará para recordar las cifras y los problemas planteados?- solo eso cruzaba por mí. Mi Adonis me gritaba que lo salvara (si, ya era decididamente mío). Me armé de valor, lápiz, papel y una excusa muy tonta para acercarme.

Con las rodillas tan quietas como se puede en el encuentro con el amor, adecué mi voz para que fuera tan suave que apenas rozara sus delicados aparatos auditivos (para no perturbar su divinidad) y con unas gotas de mi fragancia de emergencia (que aguardaba por él en el fondo de mi bolso) me dirigía directo a su encuentro.

-Hola, disculpa (decidida a tutearlo para que notara mi cercanía) te estuve observando y… - fue todo lo que pude decir.

-“Ah!! Si, tú tiene que se’ la asitente que toy’ eperando… mira tengo una cuetion pendiente y no puedo habla’ mucho… dile a tu jefe que ya llegué y que si no puede salí rápido que mejol me tire a mi BiBí porque no tengo tiempo que peldé… Ah! Ante tráime agua o un juguito que tengo la galganta seca”.

Sin más, noté que el tiempo discurría sin hacer más largos o más cortos los minutos (seguían con 60 segundos cada uno según mi reloj). Sus ojos verdes eran la falsedad de unos lentes de contacto, su piel tenía el dorado acumulado de crema bronceadora mal aplicada. Sus cabellos de otoño se convirtieron en una oda a lo inexistente (coloración, gel y/o gomina y betunes varios), el dorado-rojizo fue una ilusión que sólo se disfrutaba en la distancia.

Sus labios distaban bastante de la perfección, el maquillaje era la razón de mi visión (desmontaba mi teoría de la expulsión del paraíso). De su atuendo… mejor no mal gasto mis palabras en un recuerdo tan extendido de una historia tan breve.

Esa fue la historia de amor más breve que he tenido.Su nombre era Juan.


jueves, 10 de diciembre de 2009

Ay las dudas!!

No tengo a quien rezarle pidiendo luz,
ando tanteando el espacio a ciegas…
No me malinterpreten,
no estoy quejándome…
Soy jardinero de mis dilemas.

Hermana duda,
pasarán los años,
cambiarán las modas,
vendrán otras guerras,
perderán los mismos...
y ojala que tú
sigas teniéndome a tiro.

Pero esta noche, hermana duda,...dame un respiro.

Hermana Duda, Jorge Drexler (fragmento)


Los temas de Jorge Drexler pueden hacer que piense más de lo que me gustaría. Fueron estos versos el inicio de mi reflexión, la que comenzó con una pregunta: ¿Cuántas ocasiones hemos pasamo más de 10 minutos parados en plena vía pública, en medio del agobiante sol, humo de carros, personas que nos obligan a subir en el expreso "infarto al miocardio" al que llaman autobuses (guaguas) , entre el mercado que arropa los semáforos de la ciudad, todo por la duda, por no tomar la iniciativa?

En más de cinco lustros de vida (no preguntes a una dama cuantos más!), he podido ver las oportunidades con largas y escasas melenas, lo que llaman “la oportunidad de nuestras vidas”, oportunidades que no tomamos porque es más cómodo tener los beneficios de una vida sin complicaciones.

Cuando tu vida es tocada por la magia del amor, de los polvos dorados de las ilusiones, de oportunidades productivas, proyectivas, adictivas y hasta punitivas (que todas son necesarias), todo lo que pasa por nuestros ojos, por nuestras puertas es obviado por las cosas que tenemos en la palma de las manos (nos apegamos del modo más estricto al mejor 1 en manos que 100 volando). Es que lo nuevo causa pavor, así que evitamos la urticaria de enfrentamos al horror de lo desconocido.

Si profesas el Cristianismo piensa en María, imagínala paralizada por el temor (que historia tan diferente!); pero lejos de esta hipótesis imagina que el hombre no se hubiera decidido a manipular el fuego…

¿Qué hubiera pasado con el genio de Beethoven deshecho por su incapacidad auditiva? (Hoy en día existen sordos que oyen pero poco o nada entienden) y permítanme detenerme en este particular caso. Estudiosos atribuyen la fuerza de sus composiciones a su incapacidad para oir, así que la solución fue optar por un cambio de estrategia: dejó de escuchar y comenzó a sentir.

¿Qué tan difícil puede ser sentir? Usemos el cliché “se acerca el final del año… tiempo de…” (el resto depende de lo que quieras). Ahora sí debo ser honesta y admitir que para muchos este ha sido un año difícil –en muchos sentidos- entonces reparo en la realidad de lo que esto significa: ¡cuanto chance de crecer y sentir hemos tenido en estos 365 días que ya se nos van!

Si hemos crecido o no, solo nosotros mismos estamos calificados para determinarlo pero al hacerlo no nos quedemos solo con las cosas que faltan… lo primero es ver lo que hemos hecho y cómo nos sentimos con ello, poco o mucho ese es nuestro activo (porque hasta dejando de hacer hacemos) y luego de pasar inventario, es tiempo de encargarnos de lo que falta en el almacén.

La mercancía que no queremos la sacaremos pero seremos capaces de admitir y asumir que si sacamos algo, lo que venga tiene que superarlo con creces. Yo por ejemplo lo tengo claro: regalé 5 pares de mis zapatos favoritos (sí, créame, fueron 5 y de mis favoritos), todo porque estoy decidida a comprar 2 pares Manolo Blahnik y 1 par Jimmy Choo y convertirlos en mis nuevos favoritos… de eso no tengo duda.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Uno de esos días

Pinche patrón
Dominar es su manera,
Y así nadie se libera.
Pobrecito mi patrón,
Piensa que el pobre soy yo.
El conquistador por cuidar su conquista
Se convierte en esclavo de lo que conquistó.
Es decir que jodiendo,
Se jodió.
Que me importa ganar diez,
Si se contar hasta seis.

Facundo Cabral - Pobrecito mi Patrón (fragmento)


¡Que cosas tan curiosas nos pasan! Me había propuesto escribir y publicar alguna reflexión para los jueves y de pronto descubrí que había pasado toda la semana dando vueltas y no tenía nada que escribir. Recordé al siempre querido Joan Manuel: “No hago otra cosa que pensar en ti”… y nada llegaba.

Justo en miércoles y después de un día de perros (sin acabar de entender el extraño símil para las malas jornadas), medité en los sucesos que evocan la situación no comprobada de los canes, compartamos pues:

A lo que me refiero es a esos días en que nada sale bien: estrenas zapatos porque es día especial y primero pisas alguna gracia de un animal casero que decidió hacer la visita (y satisfacer necesidades) frente a tu casa y luego -cual sindicato autónomo- los mismos deciden dejarte “a pies” (romperse para los no familiarizados con tan dominicana expresión) justo cuando no puedes devolverte; te da por vestir de blanco de pies a cabeza cuando el diluvio en su segunda versión cae de la nada y quedas como pollo sin corral en pleno mayo; te pones perfume del más caro que pudiste comprar, el carro se daña y solo se percibe el olor a grasa que emanas.

Me refiero a esos ciclos en los que en lugar de ese cheque prometido recibes una llamada: “no hay presupuesto mínimo por 2 meses más” -y después de los dos meses no hay fondos del que te entregan…- (Gracias Yali); hablo de la misma faena en que el administrador llega a visitarte (de esas escasas ocasiones) y te encuentra en medio de una rabieta porque el pírrico sueldo que te paga se fue antes de que llegaras a la mitad de la lista de acreedores.

Justo después de este panorama… -sí, el mismo día-, tú que vives del pluriempleo llegas a tu siguiente destino y te encuentras con uno de los “jefes” (ese que nunca sabe de nada) exacto cuando tiene un arranque de “SOY EL QUE MANDA”… ¿Qué hacer?

Es lamentable que no tengas la varita mágica de tu hada madrina para solucionar el desastre que acabo de plantear (muy real por demás). No nos queda opción, ya leíste el mail donde te expresan que tu puesto pende de un hilo (del hilo de los desmanes de tu jefe); ese mensaje en el que te acusa de incumplir tus obligaciones, molesto porque se te ocurrió faltar un día “crucial” (para la carrera de él ¡claro!), mismo que firma con la frase lapidaria: “tenemos que replantear su posición en la empresa”.

La vida nos muestra con cada paso que no somos indispensables, cierto, pero si necesarios. Nuestra valía aumenta cuando aprendemos y reconocemos, con honestidad, cual es nuestro rol -y créeme- no se trata de hacerle los deberes a nadie y entregarnos al servilismo (o limpia-saquismo militante) para ganar los favores de alguien, nos eleven los emolumentos, nos den concesiones especiales, adelantos y/o aumento en los bonos…

Debe ser suficiente cumplir nuestro deber pero no de forma mecánica; no se puede perder la esencia (aun en días de perros), innovar aunque tengamos los zapatos rotos (que ya es mucho… demasiado para mi); aunque el pelo se nos haya arruinado (válido solo para las féminas y creciente clase masculina), con la ropa blanca chamuscada, con la mirada de tu jefe clavada en la memoria, con la ausencia del cheque prometido, debemos con sinceridad saber que lo intentamos y entender que no nos mueven los ceros a la derecha de nuestro cheque, ni la galantería barata (si al final solo lo barato se compra con el dinero -dijo el poeta-), tampoco es ver nuestra foto en un mural frío… entiendo que nuestro motor ha de ser el crecimiento, ese que nada tiene que ver con canes (perros en este caso), jefes, cheques, zapatos y demás yerbas aromáticas.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

No me culpes por ser tan linda

Una vida lo que un sol
vale
Se aprende en la cuna,
se aprende en la cama,
se aprende en la puerta de un hospital.
Se aprende de golpe,
se aprende de a poco
y a veces se aprende recién al final.
Toda la gloria es nada,
toda vida es sagrada...
…No dejaremos huella,
sólo polvo de estrellas.

“Polvo de Estrellas”, Jorge Drexler.


Hace unos días visité el blog de mi amigo Franklin (sanchezfranklin.blogspot.com) –escritor ocasional pero entretenido- y en esa visita leía la conclusión de que “…somos hermanos, pero indudablemente solo de Padre”, eso escribió mi caro amigo.

Cada día reflexionaba sobre ese artículo, miraba con mucha curiosidad a mis “hermanos de Padre”. Un día, absorta en mis observaciones, escuché a un compañero decir, y cito: “¿Cómo se atreve a salir a la calle?… mira esos palos de escoba… por Dios!!”. Para acrecentar mi sorpresa la exclamación fue corroborada por una fémina que le acompañaba.

Totalmente desconocedora (hasta este punto) del contenido real de aquella conversación, mucho menos de la curiosa coincidencia de aquel par, decidí inmiscuirme en la improvisada tertulia, -¿palos de escoba?- Pregunté asombrada, era más que evidente la joven carecía en su haber troncos, fustes, tablones, listones o cualquier variante de palos que se pudiera plantear.

Una risa interminable se apoderaba de ellos mientras me miraban de manera extraña. Las risas cesaron de forma abrupta cuando les manifesté que de verdad no entendía lo hilarante de la situación.

En un tono más serio me contaron que se referían a las piezas que sostenían la composición ósea de la dama, al parecer tenían necesidad de sacar todo lo que de ella habían pensado y yo (para ser honesta) deseaba saber hasta dónde llegaría la extraña plática. El monólogo de cada uno (de ellos) se prolongó por un tiempo que me pareció interminable; aquella joven (que por suerte se había marchado) fue objeto de las representaciones más bizarras que sobre alguien se pueda hacer. Muchos utensilios caseros fueron usados para describir aquella inocente fisonomía: esponja de fregar (brillo), refrigerador (nevera), cubo para agua (cubeta).

Al parecer no fue suficiente tan singular apreciación de aquella victima que osó desfilar una vez más por el lugar, por supuesto, ajena a todo lo que pasaba; de la nada surgieron animales de la selva en la pintoresca descripción: que si poseía labios iguales a los del gran mamífero artiodáctilo herbívoro Choeropsis liberiensis, de los mismos que habitan en África (me pareció menos ofensivo que decir hipopótamo), que sus piernas y cuello recordaban a otro artiodáctilo mamífero de los que pueden llegar a medir más de 5 metros: una Giraffa camelopardalis, que sus dientes eran replica de un Equus caballus y que caminaba con la gracia de un Elephantidae.

Toda esa conversación (además del Origen de las Especies de Darwin) me hizo pensar hasta dónde somos capaces de elegir la carga genética que determina la apariencia que tenemos (al margen de estilistas caros, de cirugías costosas, de telas que ocultan o que descubren pequeños y grandes detalles). ¿Será que podemos reflexionar juntos? Dos preguntas al aire: ¿es totalmente necesario premiar la capacidad de camuflar aspectos físicos? ¿Las únicas dignas de miradas y palabras halagadoras son las que tuvieron la suerte de poseer genes de esos que dan aspecto “visualmente atractivo”?

- “¿Por qué me culpas de ser tan linda? quizás en África sería centro de miradas que curiosas critiquen la falta de estética que adorna mi estructura genética… no me culpes, pero tampoco a ella”, así terminó una extraña conversación que pasó de la risa, por utensilios del hogar y terminó en un rápido viaje al zoológico.

martes, 17 de noviembre de 2009

De tardes mandarinas y otros menjurjes…

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Hace días compañeros me alentaban a escribir y dejar ver lo escrito (cosa complicada para mí, dada la inexperiencia). Luego me pareció que de la vida todos podemos hablar, todos compartimos en mayor o menor grado la prisa matutina, los calores de medio día o el frío insospechado que escasea cada vez más en esta isla.
Pero la razón que hoy me empuja a tomar mis clases de mecanografía de secundaria en serio, poco tiene que ver con esas prisas, lo que me trae aquí son pensamientos al aire en momentos de extraño ocio en los que solo se me ocurre remover las cosas de mi habitación.
¿Cuántas personas podrían estar pasando la misma tontería? ¿Soy la única que no espera el llanto de media noche de diciembre para decir que las cosas necesitan ser replanteadas?
Unas libras por rebajar (las mujeres comprenderán mejor que nadie este aparte), ropa que sacar de ese rincón tan molesto, zapatos que… (no esos son intocables); sigo con los accesorios esos que ya pasaron de moda, las hojas escritas, las no compartidas, los borradores, lápices que ya no uso… entonces aparece como un rayo inesperado en el alocado barullo de cosas revueltas una idea: ¿Y los amores? y si...
No es momento para melancolías, esperemos diciembre.
Quizás no debemos esperar las 12 del 31 para comer las uvas y pedir los deseos o quemar pedazos de esperanzas no materializadas hechas letras en un trozo de papel. Quizás sea el incienso con el que bañamos el ambiente el que consiga llevarse la rémora del día a día… quizás, quizás, quizás… titulo de una canción que debemos dejar de cantar y comenzar a cazar las tardes mandarinas de otoño y al tiempo botar los hollejos de esos recuerdos que de nada sirven.