miércoles, 13 de octubre de 2010

Para ser sincera…

Anda…
Quítate el vestido
las flores y las trampas,
ponte la desnuda
violencia que recatas…

Deja que descubra
los montes de tu mapa,
la concupiscencia
secreta de tu alma…

Pídeme que viole
las leyes que te encarnan,
que no quede intacto
ni un poro en la batalla…

Dime lo que sientes,
no temas si me mata,
que yo sólo entiendo
tus labios como espadas…

“Anda” (fragmento). Jorge Drexler

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A inicios de semana colgaba un escrito que, por ejercicio de conciencia, borré de este blog (es necesaria confesión). El motivo fue simple y sencillo: mi amigo Franklin me comentó en una muy honesta conversación que no entendía el contenido del mismo. Dos días después de pensar sobre la ‘tertulia’ entendí a la perfección a lo que se refería.

En el escrito todo eran palabras consecutivas que no mostraban a la Susie que él conoce ni la conoce nadie que haya tenido más de 4 minutos de contacto con ella. Era un montón de palabras ocultando su verdadera preocupación.

Ese día pensaba en el tema sinceridad o ser transparentes en todo momento lo que puede traernos serios inconvenientes, comenzando por nosotros mismos. Pensemos en todo lo que nos cuesta admitir un error y pedir disculpas de corazón, decir te amo meditando en todas las cosas que esto puede implicar. Damos por sentado que no son necesarias las expresiones verbales porque nuestras acciones deben hablar por nosotros.

A fin de evitar situaciones caemos en extremos. Podemos sobre-entender que todo está dicho con una llamada de buenos días o la pregunta fría de cómo le fue en el día, compartir gastos al 50-50 (siempre y cuando la situación lo permita), conocer su plato favorito y procurar ponerlo al alcance en cada fecha especial; en el otro extremo encontramos los que repiten te quiero (o te amo) que se cuentan por cientos a mitad de semana. Las palabras suenan huecas, fenómenos que se repiten para llenar de regocijo el vacío propio y no por alguna duda que pudiera tener la persona “amada”, eso por citar el caso de las parejas. Si tocamos el plano de los amigos nos complicamos aun más.

Ambos casos son aceptables desde el punto de vista de la razón, son intentos por demostrar afecto, sin embargo, en ocasiones esos gestos evitan la “auto-transparencia”.

Es solo un quizás que puede ser valido: quizás tratamos de llenarnos o tapar huecos realizando rictus que se convierten en costumbre pero con el que no nos sentimos identificados y que solo ocultan nuestros verdaderos sentimientos o deseos.

Puede doler pero es mejor ser honesto, más que con los demás, con nosotros mismos.

Feliz día!!

lunes, 4 de octubre de 2010

Los puntos de mi agenda...

Gente que se despierta cuando aún es de noche
y cocina cuando cae el sol,
gente que acompaña gente en hospitales, parques;
gente que despide o que recibe a gente en los andenes;
gente que va de frente,
que no esquiva tu mirada
y que percibe en el viento cómo será el verano,
cómo será el invierno.

Gente que pide por la gente en los altares,
en las romerías,
gente que da la vida, que infunde fe,
que crece y que merece paz.
Gente que se funde en un abrazo en el horror
y que comparte el oleaje de su alma,
gente que nos renueva la pequeña esperanza
de un día vivir en paz.

Para vivir así en miradas transparentes,
recibir su luz definitivamente,
nubes van y hoy pasando
pero aquella luz nos sigue iluminando.

¡Que fresca es la sombra que ofrecen!
¡Que limpia el agua dulce de sus miradas!
es por ti que empiezo un nuevo día,
hay ángeles entre nosotros.

“Gente”. Presuntos Implicados.
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Al iniciar nuestra jornada laboral organizamos nuestra agenda y colocamos en ella los pendientes en orden de prioridades, con las horas específicas en las que cumpliremos nuestras obligaciones.

Abrimos los ojos y, por lo general, nos lamentamos de que la noche haya terminado y comience la jornada, con ella las obligaciones, la cotidianidad o -lo que consideramos su sinónimo- la rutina.

Levantarnos, preparar los niños, el desayuno, el almuerzo y/o la merienda, lavar, planchar, dar mantenimiento al vehículo, pagar las cuentas, completar la despensa, etc., etc., etc. Eso al margen de los quehaceres en nuestro sitio laboral. Uffff!! Solo escribirlo me agota, imagino cuanto más a las personas que leen y meditan sobre esto.

En medio de todo este correr: ¿Qué tiempo dedicamos a vivir?

Esa es la pregunta que constantemente debo responder y la que, muy frecuentemente, no logro dar respuesta satisfactoria (para otros).

¿Qué es vivir? Mmmm… difícil pregunta, con una aun más difícil respuesta.

Cada uno tiene sus propios problemas y complicaciones, también su definición de lo que significa “vivir”. Para pocos supone algo que puede agendarse al comenzar la semana o planificarse de forma que digamos “hoy viviré de 6 a 10 PM”, si procediéramos así restaría importancia a los hermosos momentos que llegan, sin importar el lugar donde nos encontremos, tampoco la hora.

Mientras iniciaba mi jornada este lunes (a las 5:30 AM) pude ver la hermosa sonrisa de mis compañeras de trabajo, escuchar los sueños y planes para prosperar de mi amigo de cabina, las bromas de los técnicos, el análisis de otro más, la maravillosa forma de saludar de la conserje que nos asiste y el reloj aun no marca las 7:30. ¡Cuanto he vivido a esta hora de la mañana!

¿Dónde puede haber incluido eso en mi agenda? Decidí hacerlo al inicio, en un aparte al que he llamado “EL PROPOSITO DE MIS DIAS” y al que he puesto el subtítulo “VIVIR Y SER FELIZ CADA INSTANTE”.

Feliz inicio de semana!!