viernes, 25 de febrero de 2011

Espero mi muerte!

Cambia lo superficial
cambia también lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en este mundo
cambia el clima con los años
cambia el pastor su rebaño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño

Cambia el más fino brillante
de mano en mano su brillo
cambia el nido el pajarillo
cambia el sentir un amante
cambia el rumbo el caminante
aunque esto cause daño
y así como todo cambia que yo cambie no extraño

Cambia todo cambia

Cambia el sol en su carrera
cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde en la primavera
cambia el pelaje la fiera
cambia el cabello el anciano
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño

Pero no cambia mi amor
por mas lejos que me encuentre
ni el recuerdo ni el dolor de mi pueblo y de mi gente
lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo en esta tierra lejana

“Cambia todo cambia”. Mercedes Sosa

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Hoy pasaron muchas cosas, más de las pude manejar antes de las 6 de la mañana. Un choque de auto, un ataque de asma, faltó quien hace llevadera mis mañanas (no me gustó su suplente), tristeza, ira, preocupación, impotencia.

No sé cuantos lo saben, así que aquí debo decir que parte de mi trabajo es dar la cara en horas tempranas de la mañana y decir a todos que, aunque el mundo parece estar acabándose, la vida prosigue y puede que hasta mejore. Hoy no pude lograrlo.

Pudiera continuar mi reflexión, que bien puede ser confesión, diciendo alguna frase de Gandhi como ‘Nosotros mismos debemos ser el cambio que deseamos ver’, porque por lo general exhorto esas cosas en este espacio. De una u otra manera me agrada pensar en polvos mágicos que nos hacen volar y ver lo sublime y etéreo que puede ser el momento… por ahora no es posible.

La vida está llena de retos, algunos más complicados que otros, nuestro deber es siempre encararlos y sobreponernos a todos los sentimientos que vienen con ellos y seguir a la próxima valla para saltarla, en el trayecto no hay qué pensar a no ser la estrategia para dar el próximo salto tan alto como se necesita y caer (porque lo haremos) de manera tal que podamos seguir a la siguiente con una técnica más depurada.

Hoy, justo hoy y no ayer, pienso que de alguna forma me quiero detener en medio de la pista, no impulsarme más, no seguir tratando. Ya no hay sentido en nada. Amanece y oscurece, me caigo y levanto, entro y salgo del pozo, duermo y despierto, pierdo y encuentro, sin embargo no hay más sentido en las cosas (¿has tenido días así?). ¿Cuál es el fin de todo esto? Algunos plantearían que no hay más razón que la perpetuidad de la especie (que aburrido); según una servidora, sería menos dañino apegarnos a la idea de que procuramos la trascendencia mas allá de la inmanencia (fastidiosas clases de filosofía y sus términos raros); nadie puede decirnos ¿A qué vamos? ¿Qué encontramos tras la última barrera?

Si podemos afirmar que no todos buscamos lo mismo, es justo y hasta lógico entender que todos encontraremos algo distinto.

‘Lo bueno de estar en el suelo es que ya no podemos caer más bajo’, es parte de la sabiduría popular que nos sirve para impulsarnos, salir del abismo, y dejar de autocondenarnos al ostracismo en esos momentos tan oscuros y carentes de sentido.

Algunos se estarán preguntando si estoy a mitad de la pista esperando que me arrolle el encargado de limpieza o si me quedé en el suelo para que un tractor con conductor descuidado disponga de mi destino. La respuesta es no. Sin embargo no deja de ser cierto que estoy esperando mi muerte.

Para nacer hay que morir, esa fue la enseñanza del Maestro Jesús y justo lo dijo a un hombre que lo visitó en la clandestinidad, evitando quizás la vergüenza o, quizás, petrificado por temor a algo que desconocemos.

Antes y después de Jesús, pensadores hablaron de la espera y de cambios radicales. Muchos coincidieron en decir que si requerimos un gran cambio debemos operar en él y no esperar sólo por esperar (al menos en las versiones que me agrada leer). Así que espero morir a tantas situaciones y nacer con tolerancia y abierta al cambio que comenzó a operar… que siempre puede ser mejor.

“El progreso es una bonita palabra. Pero el cambio es su motivador. Y el cambio tiene sus enemigos”. Robert Kennedy

lunes, 21 de febrero de 2011

Todos sabemos

Cerca de ti,
¿Por qué tan lejos verte?
¿Por qué noche decir
si es medio día?
Si arde mi piel,
¿Por qué la tuya es fría?
Si digo vida yo…
¿Por qué tu muerte?

Hay …
Este quererte sin tenerte,
Este llanto ¿por qué
no la alegría?
¿Por qué de mi camino…
te desvías?
Quien me vence tal vez…
Sin ser más fuerte

Silencio...
Nadie a mi dolor responde,
Tus labios callan
Y tu voz se esconde.
¿A quién decir
lo que mi pecho siente?

A ti… François Villon…
poeta triste...
Lejana sombra que
también supiste,
Lo que es morir de sed…
Junto a la fuente.

‘Soneto’. Nicolás Guillen/ Amaury Pérez

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Es tan curioso el sentir cuando estamos necesitados; por lo general sabemos qué es lo que el cuerpo nos pide y la forma de proporcionárselo. Si tenemos sed buscamos el agua, reza un viejo refrán que desde pequeña me ha servido para establecer cómo son las cosas en el mundo de los adultos: hay que agenciarse las cosas sin esperar que otros vengan en pos de ello.

Puedo recordar una ocasión en la que sentí un deseo casi incontenible de comer guineos (bananas) y alguien me comentó que era muy posible que mi organismo estuviera reclamando algo de potasio y recordó por sí solo la fuente más conocida o la idónea en el momento.

De igual forma ocurre con las compras en los mercados. Los que tienen la oportunidad de hacerlas, en estos difíciles momentos, saben dónde buscar los productos que requieren y hay expertos que tienen conocimiento del lugar y la fecha exactos en la que los especiales les permiten abastecerse y, de paso, agenciarse uno que otro ‘mimo’ de cuando en cuando.

Todo lo que el dinero puede comprar tiene su límite, lo expreso porque es cierto que podemos comprar caricias pero no el amor (solo para dejar el punto claro). Poco importa en realidad cómo se vean las cosas cuando en nuestro corazón reconocemos la diferencia y para ello no necesitamos grandes esfuerzos.

¿Cómo puede alguien que se pasa la vida ingiriendo líquidos ser diagnosticado con deshidratación?

En nuestro afán por engañarnos, entendemos que suplimos todas las necesidades, solo porque no está el deseo latente; así nos hacemos creer que estamos funcionando en excelente orden; en este caso, si no tenemos sed todo está bien. Es falso.

Claramente no hay impedimento alguno para consumir gaseosas o cualquier bebida que podemos comprar o conseguier al menor deseo o por simple capricho, sin embargo, en un momento determinado el cuerpo requiere agua; no jugo de limón o agua con sabor y colorante… solo agua.

Como isleña entiendo que todos en mi terruño conocen el sabor del agua en todas sus variantes, las suaves y las duras, las dulces y las saladas, las saborizadas y las insípidas… si hay algo de lo que sabemos es de agua. Cada una de ellas puede quitarnos la sed pero no con igual efectividad –según una humilde servidora- al margen de la necesidad de nuestro organismo.

No es cuestión de demostrarles cuan diestros somos los isleños en temas de agua o satisfacción de necesidades, de lo que se trata todo esto es de expresar que no todas son iguales, que no sirven a los mismos fines, que podemos tomar una queriendo otra y engañar al estomago pero no a la conciencia.

Hasta la próxima.

viernes, 11 de febrero de 2011

Eva y su paraíso

Alma mía sola, siempre sola,
sin que nadie comprenda tu sufrimiento,
tu horrible padecer;
fingiendo una existencia siempre llena
de dicha y de placer,
de dicha y de placer...

Si yo encontrara un alma como la mía,
cuantas cosas secretas le contaría,
un alma que al mirarme sin decir nada
me lo dijese todo con su mirada.

Un alma que embriagase con suave aliento,
que al besarme sintiera lo que yo siento,
y a veces me pregunto qué pasaría
si yo encontrara un alma como la mía.

“Alma mía”. María Greever

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Los días parecían de eterna primavera con flores, sueños y pájaros que revoloteaban por doquier. Eva por fin tenía la tranquilidad que siempre quiso y un poco más.

Tumbada en su cama meditaba cada mañana al menos cinco minutos antes que el despertador le diera la orden de levantarse. Todos los días, sin dilación, abría las puertas de su closet y no dudaba al ponerse una indumentaria, sentía que todo le quedaba, que su rostro estaba resplandeciente y que todos parecían notarlo… los días eran mágicos.

Eva había aprendido a vencer la inercia que sentía desde que tenía memoria. Se estaba volviendo ágil en su andar. Sentía libertad para caminar, entrar y salir sin la opresión que la acompañaba junto al temor de perder su espacio.

Ella, tan acostumbrada a programar minuciosamente los puntos de su agenda, usaba solo su memoria e imaginación para coordinar su día y así consiguió ir más allá de lo que jamás pensó.

Extrañamente descubrió que la soledad le sentaba bien, que las cosas por ser diferentes no son desagradables. Tomarse tiempo, marcar terreno, mantenerlo a salvo, imponer límites, todo era parte de aquella nueva Eva que ella misma iba conociendo y que cada vez le gustaba más.

Esa mañana recibió una invitación, Adán quería que ella se quedara en el paraíso con él... se sintió desvanecer. Ese no el príncipe de sus quimeras. No tenía el porte, ni la historia romántica tras de sí, no era un retrato de Adonis, tampoco hablaba palabras románticas con acento francés… pero era Adán y le pedía comer del fruto, quedarse en su extraño paraíso justo cuando Eva necesitaba abrigo y alimento.

Esa noche empuñó sus llaves nueva vez, calzó sus pies con los tacones rojos olvidados en el closet y salió a deshacer el mundo que había creado, sintió tanto miedo de romper su imagen ideal que prefirió ir y demostrarse que esa clase de felicidad no era para ella.

De su reciente Adán no supo más, él se negaba a verla desaparecer y presenciar su horrible hábito de sufrir.

Eva se quedó con la impresión de haber dejado ir las palabras que siempre quiso pronunciar, parecían siempre escurrirse por su culpa, ya nunca escucharía una voz dulce, como bajada del cielo que pronuncie para ella "…Y fueron felices por siempre…".

domingo, 6 de febrero de 2011

Esta bien estar mal

Yo quiero ser una chica Almodovar
como la Maura, como Victoria Abril
un poco lista, un poquitín boba,
ir con Madonna en una limossine.

Yo quiero ser una chica Almodovar como Bibí
como Miguel Bosé
pasar de todo y no pasar de moda,
bailar contigo el último cuplé.

Y no parar de viajar del invierno al verano
de Madrid a New York,
del abrazo al olvido, dejarte entre tinieblas
escuchando un ruido de tacones lejanos.

Encontrar la salida de este gris laberinto,
sin pasión ni pecado, ni locura ni incesto,
tener en cada puerto un amante distinto
no gritar ...que he echo yo, para merecer esto!

Yo quiero ser una chica Almodovar como Pepi,
como Luci como Bom
venderle al Garbo mis secretos de alcoba,
ponerme luto por un matador.

Yo quiero ser una chica Almodovar
que a su chico le suplique °Atame!
no dar el alma más que a quien la roba,
desayunar en Tifanis con él.

Y no permitir que me coman el coco
esas chungas movidas de Croatas y Serbios
ir por la vida al borde de un ataque de nervios, con faldas y a lo loco.

Como patidifusa escribir mis memorias,
apuntarme a cualquier tipo de bombardeo
no tener otra fe que la piel, ni más ley que la ley del deseo.

“Yo quiero ser una chica Almodovar”. Joaquín Sabina.

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Hemos llegado a otro nivel (uno más alto espero) y así lo siento, uno en donde no hay que fingir ni pretender ser quien no somos. Pensaba en la expresión que escuché hace tiempo sobre que nadie puede simplemente estancarse porque si nos quedamos en un lugar lo que hacemos es atrasarnos; así que, de la forma en que lo veo ahora, las opciones son tan simples que asustan: podemos caminar y avanzar o simplemente atrasarnos, así de simple.

En los últimos meses he puesto tanto empeño en los pequeños detalles, a los mensajes, a las conversaciones con los demás y a sus impresiones manifiestas, que me he sentido abrumada. He querido quedarme con la idea de que cada momento es mágico porque crecí creyendo en hadas y me presioné al límite para continuar con la idea de que la magia es real, que el hecho de crecer no significa renunciar a los deseos al ver estrellas fugaces u olvidar tu príncipe y su hermoso corcel.

Hace más de un año que he usado este espacio para seguir soñando y no debo negar que esos sueños me han mantenido con vida, sin embargo todos tenemos derecho a ser humanos y desmoronarnos de cuando en cuando. Admitirlo no nos hace menos humanos.

Una semana de quedarme bajo sabanas verdes en mi habitación me hacen sentir como si hubiera pasado una eternidad. Cada noche apoyo la cabeza en la almohada y me prometo que el día siguiente iniciaré hábitos más saludables, que reiniciaré la lectura de alguno de los libros dejados a la mitad, que volveré a estudiar, a dibujar, a buscar amigos, a salir sola pero antes de que pueda notarlo llega la noche y solo queda la promesa que compartimos mi verde especio, mi oso Teddy y yo.

Hay tantos zapatos en el armario que necesitan ser usados, vestidos no me he estrenado, accesorios que se pierden la oportunidad de ser admirados...

Esta vez el paréntesis está porque así lo he decido y no quiero cerrarlo aun. Puede que sea algo derrotista si te detienes en la idea de que estoy aquí con mi laptop en las piernas sin saber cómo acabar este escrito sin dar la idea de que pienso suicidarme, queriendo cambiar un closet que a todos hace feliz menos a mí, ganando libras y perdiendo interés en todas los temas que conozco, con un millón de cosas por hacer, sin deseos de comenzar y con todo esto -debo ser honesta- no me siento mal por estar mal.

Es extraño que hable tan directamente. Esta vez mi único deseo es compartir con ustedes la extraña certeza que tengo en este momento: el mundo no se acaba porque nos quedemos bajo las sabanas sin deseos de levantarnos a comprar zapatos o tener una estrella en la dentadura al sonreír.

Somos seres humanos, una de las misiones es aprender que hay algo hermoso y útil en todo, hasta en momentos como estos, aunque pueda parecer imposible de creer…

Hasta la próxima.