jueves, 20 de octubre de 2011

Martillo, madera y... muchos clavos

Algunas veces, mejor no preguntar,
por una vez que algo sale bien,
si todo empieza y todo tiene un final,
hay que pensar que la tristeza también

Se va,
se va,
se fue…
"Se va, se va, se fue..." (Fragmento). Jorge Drexler
 
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Hace años (decir cuántos seria una indiscreción) escuché una historia que me marcó de manera definitiva. En la misma un joven, con serios problemas de ira, era aconsejado por su padre para que aprendiera a canalizar sus momentos difíciles.

Años más tarde los problemas comenzaron a agravarse, el (ya no tan) joven comenzó a agredir a las personas sin percatarse en ocasiones de lo que hacía y fue entonces cuando acudió a su padre en busca de solución a su problema.

Una vez concluida la conversación el (ya no tan) joven se dirigió a una tienda y se hizo de un martillo, clavos y una pieza de madera que cubría una pared por completo. Seguía al pie de la letra los consejos de su progenitor. –Pon un clavo en la madera por cada impulso violento que sientas hacia alguien, no importa si es solo verbal, igual coloca un clavo por cada palabra hiriente que llegue a tu cabeza- eran las palabras que seguía sin lograr entender del todo.

Hizo falta poco tiempo para que la madera careciera de espacios para nuevos clavos, sin embargo los impulsos no disminuían, así que, atormentado fue nueva vez donde su padre en procura de consejo. La respuesta fue tan intrigante como el extraño ejercicio anterior: - con cada impulso de disculparte por el daño causado quita un clavo de la madera-.

Aunque los clavos no fueron removidos con la rapidez con la que fueron puestos, al cabo de un tiempo no quedó clavo alguno. Por tercera ocasión estaba frente a su padre con la esperanza de entender el misterio de los clavos y la madera; la respuesta esta vez fue clara.

"Cada agravio es un hueco que no puedes componer más, sin importar qué pase; puedes pulir la madera, tratar de rellenarla pero nunca será la misma. Piensa si esa es la marca que quieres dejar… aunque retires el clavo la madera no será como fue". El (ya no tan) joven entendió, igual yo.

Desde ese día medito sobre las consecuencias que tendrán mis acciones y sus efectos en los demás. Ha sido útil (aunque no fácil) aprender a no herir, esperar a que la tormenta pase y justo cuando sople la cálida brisa de tranquilidad hablar con el amor de mi corazón y no con la ira de mi cabeza.

Sigo en el proceso de aprendizaje…

¡¡Pásenla bien!!

domingo, 9 de octubre de 2011

Ya no habrá domingos…

Corazón de cristal,
que no he visto dos veces
brillar de la misma manera..

Corazón fugaz,
por tu cuerpo y tu mente
la luna pasea y pasea..
Por la misma senda que el amor abrió,
la pena camina.

¿Dónde vas? Quédate junto a mí,
corazón tempestad,
corazón desmesura.
No soy más que un eterno aprendiz,
que si no está contigo
se ahoga en su propia cordura.

Pero el tiempo pasa
y el dolor también te enseña el camino...

Corazón de cristal.
Corazón de quimera.

“Corazón de Cristal”. Jorge Drexler

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Inevitablemente en las últimas semanas los recuerdos nostálgicos me han invadido, han golpeado los flancos y algunos se han anidado con tal fuerza que no he podido desprenderlos de mí.

Los juegos de rayuela, los chistes de los primos, lo vestidos adornados con flores multicolores ya no estarán más en nuestras vidas, al menos no de la misma forma…

La gente que amamos enferma, los matrimonios que nos inspiraron se acaban, la gente ya no viste sus galas en domingo para sentarse en las terrazas y compartir las anécdotas de su semana siempre ocupada, complicada pero de alguna forma feliz.

Todo tiempo pasado fue… eso… pasado.

No es que sea de las que piensa quedarse estancada pensando que nunca seriamos adultos, que jamás tendríamos que recurrir a los susurros para hablar de temas oscuros que podían empañar los días mágicos de los más pequeños de la casa… pero es difícil pensarlo en ocasiones.

Hace unos días visitaba la casa a la que solía ir cuando era niña y ver a toda la familia reunida. Entristecí porque ya no le adornaban los árboles, los colores, la magia del pasado. Los primos no estaban, nadie se preocupaba porque nuestra ropa no se ensuciara con las cosas que comíamos descuidadamente. “Ya eres toda una mujer”, repetían todos sonriendo como si fuera todo un logro.

De a ratos quería que fuera diferente, oír a los primos pelear por la única bicicleta que había en el patio, rabiar porque no le dejaban ensuciar su ropa de domingo, llorar porque acababa la hora de juegos.

Con el paso de los años quisimos que los amigos llenaran esos momentos de domingo y lo logramos… pero todo tiempo pasado fue… eso… pasado.

Los amigos también se han complicado con sus propias historias, retos, susurros. En domingos como este quisiera oir a mami diciendo que es la hora del desayuno mientras acaricia mi cabello y oler su perfume mezclado con algo exquisito que llega desde la cocina, hablarle de las cosas que haremos porque es el día de la felicidad, de ver su rostro reír y llorar, de compartir la magia de 24 horas que no quiero ver terminar.

Ya no habrá más momentos mágicos como aquellos, lo sé. Habrá otros… pero aquellos jamás volverán.

Ya no habrá más domingos como aquellos.