Seguir siguiendo
al corazón
y coquetear con
la intuición
seguir creciendo
y esquivando las rutinas,
seguir soñando en
un rincón,
seguir creyendo
que hay un Dios,
que me endereza
de un tirón la puntería,
Tantos desiertos
que crucé,
tantos atajos
esquivé,
tantas batallas
que pintaron mis heridas.
Tantos incendios
provoqué,
tantos fracasos
me probé,
que no me explico
cómo canto todavía…
… y es que
siempre voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero…
y aquí estoy...
Tantos festejos
resigné,
tantos amigos
extrañé,
tantos domingos
muy lejos de mi familia.
Tantas almohadas
conocí,
tantas canciones
me aprendí,
que los recuerdos
me parecen de otras vidas.
Tantas palizas
esquivé,
tantas traiciones
me compré,
tantos enojos me
hicieron mostrar los dientes.
Con mil abrazos
me cuidé,
con mil amores me
curé,
juntando heridas
sigo creyendo en la gente.
Y en esas noches
de luna,
donde los
recuerdos son puñal,
me abrazo a mi
guitarra
y canto fuerte
mis plegarias
y algo pasa, pero
ya nada me hace llorar…
… Y algo pasa,
pero ya nada me va a cambiar.
Por esos días por
venir...
por este brindis
para mí,
por regalarle a
la intuición el alma mía…
Porque los días
se nos van,
quiero cantar
hasta el final,
por otra noche
como esta doy mi vida
Por esos días por
venir...
“Brindis”. SOLEDAD PASTORUTTI
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Decidida a no estar más
colgada en la estación tristeza, quiso calzar sus zapatos rojos, empuñar sus
llaves y colgar en su hombro el bolso nueva vez, como en aquellos días en los
que se embarcaba en su búsqueda de Adán, aquellos días en los que la agenda
solo se cerraba de vez en vez porque era el instrumento más próximo a la felicidad.
Con días llenos y noches
vacías, Eva había deshecho el sueño de habitar en el Edén, se conformaba con
verlo a la distancia, como sueño que solo está presente en otras almohadas.
Una vez más miró sus
zapatos rojos, sus llaves, su bolso… pero esta vez no eran la respuesta.
Frunció el ceño y supo que debía mantener el contacto con el suelo igual que su
corazón en la mano y el alma de compañía.
Su primer impulso, su
solución a todo fue siempre sumergirse en el escándalo y rodearse de personas,
que a la larga resultaban desconocidos, para no pensar, para no tener su propia
compañía.
Algo fue distinto, un haz
de luz la detuvo, era esa misma que una vez tintineaba al final de pasillo;
hace mucho ya la tomó como una señal vaga de algo que no entendió pero que
ahora estaba más que claro.
Nadie la entendería porque
ella así lo había dispuesto, mantenerse encerrada, escondida, con sus máscaras
de perfección.
Esa luz por alguna razón
trajo a ella respuestas; allí, lejos de sus zapatos rojos, de sus llaves, de su
bolso, lejos del bullicio y de las personas a las que fingía conocer para
creerse feliz o cerca de su Adán o llegando a su Edén.
Con sus pies descalzos,
desde su tranquilidad –más que soledad- la
luz que languidecía le dejó claro… que todo iba a estar bien, aun cuando ella
misma quisiera creer que no.