Raíz
que debo a mis viejos,
a mis hijos y a los besos,
que me guardo y que no di.
a mis hijos y a los besos,
que me guardo y que no di.
Raíz que busco y no encuentro,
que vive oculta en los versos
que no escribo y que perdí.
Raíz
de todos nosotros,
raíz que aguarda en los ojos,
que hacen guardia para ver.
raíz que aguarda en los ojos,
que hacen guardia para ver.
Raíz abierta a la vida,
raíz hoguera y guarida,
raíz que está por hacer.
Raíz
dormida en la tierra,
raíz que enreda mis piernas
y me toca el corazón.
raíz que enreda mis piernas
y me toca el corazón.
Raíz que gana mis guerras,
la guerra contra la guerra
y el estado del dolor.
Raíz
de toda la gente,
raíz que esquiva la muerte,
que me enseña dónde ir.
raíz que esquiva la muerte,
que me enseña dónde ir.
Raíz que roza lo incierto,
raíz que abrazo y me invento
para así sobrevivir.
¿sin
esa raíz
qué será?
qué será?
'Raíz'.
Pedro Guerra
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Sus ojos
estaban cerrados, sus manos abiertas, cabello suelto, el reflejo del sol en
ellos parecía una extensión del atardecer, su silueta estaba más hermosa que de
costumbre, no sabría explicar cómo se confundida con la naturaleza que la
rodeaba en ese momento. Su respiración era lenta y profunda como quien disfruta
de la libertad después de un largo cautiverio.
Cuando volví
a ver a Eva de frente parecía otra persona; al abrir sus ojos noté un extraño
brillo, al verme enmarcó sus labios con una sonrisa, no dijo nada, solo me
miraba y sonreía. Me costó tanto romper su silencio, tuve miedo de ver su
sonrisa desaparecer... estaba radiante, toda ella exudaba calma, paz.
Me costó
bastante pero me atreví a dar el paso, -Hola Eva!- dije tímidamente, no hice preguntas.
Sus ojos me comenzaron a seguir como queriendo regalarme de su paz, de su
sonrisa y su ser.
Extrañamente
a ella no le costó hablar. Me contó de su carrera, de ese día que probó suerte
con su calzado deportivo sin tener claro dónde iba o qué buscaba.
Eva me contó
que esa noche encontró motivos para llorar y lloró, para reír y rió, para desplomarse
de cansancio, cosa que también se permitió; me contaba en detalle cuánto
sufrieron sus manos y rodillas al caer, cómo no le importó; me contó que desde
aquel día corrió con sus pies todos, con su mente y su alma. Era la primera ocasión
que no iba a los lugares sin buscar edenes o Adanes, sin buscar culpables o
responsables.
Seguía sonriéndome
mientras proseguía su relato con marcada calma; yo no quería romper la magia
del momento, después de tantos años, de tantos momentos, Eva se mostraba sin
dolor, lados ocultos o historias ambiguas.
Sus pies
descalzos no parecían extrañar los tacones rojos, sus brillantes ojos no se
perdían en un mar de preguntas sin respuesta, el pecado original dejó de ser obsesión,
los nombres se convirtieron en una mezcla de sonidos con los que iniciaba un
viaje a través de las palabras y no de la predestinación.
Eva hablaba
de una génesis pero a mí no me importaba, ella era feliz y era lo que
importaba; los motivos eran suyos, exactamente igual que la realidad que
comenzaba a vivir... una que le iluminaba los ojos y que pudo pintar una
sonrisa en sus labios...