jueves, 20 de junio de 2013

Eva; incluso viceversa.

Apresúrate despacio, amor mío, que la noche
reclama nuestra presencia. Es la calma y sus acordes
hoy el lujo imprescindible que nos arrebata el mundo,
los recuerdos olvidados, música callada de estos días de luto.

Apresúrate despacio, que estos días no te esperan,
que este eterno presente no les mostrará clemencia
para aquellos que, realistas, han pedido lo imposible,
para nuestras simples complicaciones, para nuestras cicatrices.

Apresúrate despacio, que hoy me encontré perdido.
Hoy he de romper el tedio, su pacto sin compromiso.
Hoy creo estar seguro de poder sobrevivir a esta muerte,
de romper esta cadena que me abraza, de una tregua permanente.

Puede que sí, que morir sea parte de la vida.
Hoy más que nunca, el planeta y sus mentiras.
Lluvia que quema, gente que espera, niños soldado,
muertos vivientes en la fiesta del club de los solitarios.

Puede que sí, que la historia del futuro, la del mañana
se escriba sin estrellas, nueva y mejorada.
Luces oscuras, emergencias rutinarias, armas inteligentes,
caos controlado, noticias del diario, hoy es siempre.
Oxímoron, Oxímoron.

´Oxímoron´. Ismael Serrano.

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Hablar de Eva es casi tan difícil como saber de ella, hace unos días contaba me las maravillas de descubrir cosas nuevas, no exploradas y hasta increíbles. Hoy parecía no ser cierto; había muerto y vuelto a nacer, vaciado sus emociones, sus recuerdos, amores y desamores, estaba decidida a hacerlo todo distinto, como haría un animal recién nacido en la pradera: atendiendo el llamado de la naturaleza para preservar su vida, caminando con dificultad pero sin dejar de mejorar el paso.

Anhelaba la soledad de otros días, quien se lo hubiera dicho. Con ansias esperaba los momentos de silencio, esos en los que se perdía encontrándose, sin embargo, extrañamente se sentía sola, en la bullosa realidad de palabras que poco o nada significaban.

Eva estaba enferma, su alma lo estaba, su cuerpo también. Aun no alcanzo a entender por qué soportaba el dolor que eso causaba cada día, ella sólo se justificaba diciendo merecerlo, que se fortalecía, era su forma de no perder contacto consigo misma, una extraña manera de aferrarse a lo que conocía y sufrirlo en silencio, el mismo que solo ella preservaba, el necesario para sus días, el que odiaba y anhelaba.

Todo lo que había pasado antes la hacía más cautelosa, demasiado en ocasiones; se había convertido en saboteadora de su propia felicidad, así meditaba de cuando en cuando. Curioso hecho, era lo que siempre se reprochaba, la facilidad que tenía para dejar todo en una esquina, echar lo 'mejor' y quemar las naves por cosas sin valor.

Lo hizo una vez más, actuó por impulso, con temor de haber perdido lo que pensó era perfecto y con la duda de si la perfección estaba solo en su cabeza. Las tonterías copaban el mundo y este no dejaba de girar, no detenía ni aceleraba su ritmo por eso, -las idioteces se pagan solas- se decía.


Ironías de la vida! Sola, un estado que buscaba, que encontraba pero que no dejaba de asustarla. Esta vez Eva decidió no darse por vencida, después de todo, la vida se compone de pequeñas boberías que le dan el sabor agridulce a los momentos, este podía ser por ese dulce que esperaba. 

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