Como se va
haciendo costumbre entre nosotras, Eva y
yo nos distanciamos, no la veo hace mucho tiempo, incluso más del que a mí
misma me gustaría. Debo confesar que estoy algo nerviosa, volver a verla se
convirtió en una especia de suspenso agradable. Ella siempre tan profunda, con
tantos problemas existenciales, con tantas cosas pendientes, con tantas prisas
por vivir. ¿En qué nueva aventura estará ahora?
Yo me
preparo como si fuese a una cita (más que a un simple encuentro), me acicalo
para impresionarla, pero ahora que he terminado sólo puedo sonreír; a Eva jamás
le importó nada de eso. Es como si no le importara la apariencia de la gente,
aunque sé que en ocasiones ha sido su modo de subsistencia.
¿Qué hacía a esta mujer tan distinta ante mis ojos? Varios años de
hablarle, verle y estudiarle no han
bastado para responderme. La música siempre me la recuerda, no importa cuál,
escuchar notas musicales es pensar en sus complicaciones, crisis, presencias y
ausencias.
Sigo
divagando entre mis acciones y pensamientos como queriendo prolongar el tiempo
hasta que la tenga en frente. Al
teléfono no ha querido hablar, el mensaje que envió fue muy escueto (como
siempre) como si lo único que quisiera es que muera en el suspenso, prolongar
su falta en mis días, castigarme por mi abandono.
Ya estoy
más cerca de ella, ya puedo sentir su perfume y me imagino sus pies descalzos
sobre la cerámica blanca en su sala pero siento temor de tocar su timbre, oigo
sus pasos, fuertes, se acercan... Es Eva quien abre la puerta y me sonríe con
sus ojos, tristes pero calmos. Ella es quien me abraza, cálida y efusiva, Eva
es quien me mira.
Justo
cuando quise comenzar a preguntar por sus nuevas aventuras y dolores, sus
labios se abrieron, rompió el silencio con aquella voz que tanto desee oír, ese
susurro con el que me dijo 'también he sido feliz'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario