decir mañana es igual que matar.
Ayer de nada nos sirve,
las cicatrices no ayudan a andar.
Sólo morir permanece
como la más inmutable razón,
vivir es un clavo ardiente,
un ejercicio de gozo y dolor.
Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.
Quien pone reglas al juego
se engaña si dice que es jugador,
lo que le mueve es el miedo
de que se sepa que nunca jugó.
La ciencia es una estrategia,
es una forma de atar la verdad
que es algo más que materia
pues el misterio se oculta detrás.
Que no, que no...
Hay demasiados profetas,
profesionales de la libertad
que hacen del aire bandera,
pretexto inútil para respirar
en una noche infinita
que va meciendo este gran ataúd
donde olvidamos que el día
sólo es un punto, un punto de luz.
“Que no, que no...” . Luís Eduardo Aute.
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Hay días de esos en los que sientes que tu agenda está retrasada en varios años, ese el momento de levantar la portada y anunciar la próxima edición…
Días tenemos muchos y los hay de esos que sabemos de la infinidad de cosas por hacer y solo queremos preservar la tibieza en nuestras sabanas y la comodidad de la almohada en un espacio donde el sol no nos alcance. * No te sientas mal por admitir que eres humano y tienes los tuyos…
Lo odioso de esos días es saber que tendrás que poner el punto final a la oración.
Cuando estábamos en la educación básica nos decían que toda oración tiene un sujeto, un predicado y acaba con un punto. En la medida en la crecimos las cosas fueron cambiando -y complicándose-, nos hablaron entonces de la literatura y las novelas (muchas mujeres nos quedamos en lo último). Las novelas son una visión más amplia de oración, al menos eso creo, tiene varios sujetos que buscan su verbo para poner en marcha la acción y que, por lo general, incluye a otros sujetos con el mismo objeto.
El punto es que siempre terminan en un punto. No logro imaginar a esas mentes brillantes como Wilde, Cervantes, Poe, García Márquez, Cela... poniendo el punto final a sus obras; unas y otras finalizadas así no más, un día claro o lluvioso, un día o noche, sin que el personaje advirtiera desde el principio su feliz, triste o trágico final.
En esos días en los que no estamos con la disposición necesaria de colocar ese punto final deseamos que alguien con tan buen tino para terminar historias finalice las nuestras, de todas formas ellos sabrían como hacernos abandonar la lejanía del sol y acabar –de una forma o de otra- felices casi por siempre.
El punto final es más difícil que puntos suspensivos o punto y seguido… es bueno saber que siempre continuará la posibilidad de seguir la historia en esa parte donde conocemos a casi todos los personajes y les tomamos aprecio.
Pero los puntos finales… ay los puntos finales. Ellos nos aseguran que habrá otros personajes, será otro ambiente, diferente contexto. Para los escritores de sagas es menos difícil, siempre dejan la posibilidad de la continuidad aunque sea la última parte, debe quedar la ínfima posibilidad de que la historia pueda seguir. En ciertas novelas no ocurre igual, sobre todo si en el trayecto decidimos matar a uno de los sujetos que buscaban su objeto.
Siempre es final el punto final, la elegancia de salir de la tibieza de las sabanas y la comodidad de nuestra esquina y saber ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? Y a qué o quién se lo ponemos no siempre nos resulta con estilo como ocurre con los grandes escritores. Que no cunda el pánico, paciencia, la nuestra es una saga, así que siempre tendremos la oportunidad de mejorar en el próximo episodio.
En tanto, seguimos poniendo punto final a las situaciones y personajes que ya no son funcionales para nuestra historia, como yo ahora con este escrito.
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