Es mejor ser alegre que estar
triste
La felicidad es la mejor cosa que
existe
Es como una luz en tu corazón
Pero para hacer una samba con
belleza
Se necesita mucho de la tristeza
Un poco de tristeza
Un poco que pide a gritos
Un poco que se siente añoranza
Una belleza que viene de la
tristeza
Un buen samba es una forma de
oración
Debido a que la samba es la
tristeza que se mece
Y la tristeza siempre tiene una
esperanza,
la tristeza siempre tiene una
esperanza
De un día no ser triste.
"SAMBA DA BENCAO" (Frangmentos).
Vinicius de Moraes.
*Interpretación libre...
---
El mundo está perdido entre las
perfectas piernas de una actriz del momento y averiguar cómo lucía un sex
symbol en su adolescencia, las promociones, los astros, vida social, moda,
lectura resumida de libros vacios, la lluvia ácida...
Todos caminan como si no
importara más que su propio destino.
Lento el andar se percibe mejor.
Las gotas de lluvia caen, todos
apresuran los pasos como si imploraran un minuto más antes de resguardarse, la
lluvia parecía dañar sus planes.
Sin apurar el paso y uno tras
otro se nota la diversidad, las sonrisas tímidas de las señoras que no olvidan
sus costumbres, el desenfreno de los jóvenes que no advierten nada más que sus
temas de conversación, las ganas de prolongar el tiempo del señor en esa
esquina con una copa en la mano y un habano en la otra.
Las calles se despejan, las
esquinas se atiborran. Las noches sin estrellas siempre fueron tristes.
Un niño reta la lluvia con su
tímida mano que sale inadvertida de su guarida, sonríe. Lo mira todo como si
con ello descubriera que la vida es inmensa y maravillosa. Mira una luz que
fugaz pasa de él y vuelve a sonreír.
Los últimos comercios cierran sus
puertas y todo es aun más solitario. Los enamorados encuentran en los rincones
oscuros sus cómplices. Apesta el puro barato de la esquina con luz.
Una mujer en harapos se pasea a
sus anchas, mira el cielo y habla sola.
En el parque los ancianos no parecen
percatarse de la llovizna que los moja, ni del paso de las horas; sentados en
sus bancos negros y oxidados repasan recuerdos y comparten anécdotas.
Nadie reparaba en la soledad de
la estatua, ya sucia y olvidada o en las hojas caídas que formaban la sonora
alfombra por la que pasaban, tampoco en el parlante que anunciaba el fin del
mundo.
No hubo estrellas... ni luna que
atestiguara todo aquello. Solo dos ojos que no tuvieron más opción que guardar
esas imágenes hasta el fin de sus días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario